El Dossier del Sexo

No sabes cómo llegó a ti. Sobre la mesa encuentras una pesada carpeta con una pequeña cerradura en el frente. Noticias, recortes, datos curiosos, encuestas... todo relacionado con el tema más popular del mundo. Ábrela. Aquí está la llave.

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martes, febrero 14, 2006

¡YA ESTAMOS DE VUELTA!


¿Qué mejor día para retomar el Dossier que éste, cuando los HOTELES DE PASO capitalinos están a tope de su capacidad?

Hoy no te puedes perder un reportaje que aparece en el suplemento TENTACIÓN de EL UNIVERSAL, sobre estos templos del sexo anónimo, paraísos de encuentros fugaces. Un excelente texto de Magali Tercero. Felicidades.

Quiero que esta nueva etapa del Dossier del Sexo sea semanal, pero más interactiva, así que mis queridos sexoadictos, los invito hoy a que posteen o me envien las MEJORES ANÉCDOTAS REALES que hayan vivido en un hotel de paso. Como siempre –no podría ser de otra manera– será con "discreción garantizada".

Feliz sexo a todos en este 14 de febrero,

JUAN LUIS

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dice...

Vi el reportaje que recomiendan y decidí copiar para este excelente blog las dos primeras hojas...

Tentación/Hoteles Paso
ROSA VENUS REINVENTADO
Magali Tercero

A veces un objeto modesto nos acerca sin más a la historia de un fenómeno urbano como el de los hoteles de paso. Hablo del discreto jaboncito rosa, el Jardines de California, tan ligado a la vida de esos establecimientos conocidos también como moteles u “hoteles de rato”, según los los llama el cronista Armando Jiménez, autor de Picardía mexicana. Hablo de ese pequeña pastilla perfumada presente siempre en los lugares de alquiler donde la sexualidad pre y extra marital se ejerce libre y alegremente a cubierto de la curiosidad ajena. Estos jabones fueron lanzados al mercado mexicano en los años 40 y distribuidos en baños públicos y hoteles gracias a varios cientos de gallegos y asturianos decididos a hacer la América lejos de la realidad política de su país. Por entonces, el buen olfato comercial de estos inmigrantes los condujo a abrir tiendas de abarrotes en cada esquina de la ciudad y hoteles de paso en cada barrio donde floreciera el amor prohibido. Según cuentan Julio Fernández, Alejandra Angulo y Hany Nagar, en los baños públicos de la zona del Peñón “el costo del servicio era de siete centavos e incluía una pequeña barra de jabón Jardines de California además de un estropajo de ixtle”, aunque “es difícil precisar cuándo […] adquirió el rango de obligado referente aromático de los hoteles de paso”. El caso es que, dicen los autores de un texto que toca un aspecto de la vida cotidiana en nuestro país, el inconfundible olor del producto delataba a quienes andaban en malos pasos justo cuando agregaremos nosotros, México era una nación cada vez más orientada hacia la modernidad y sus pobres emigraban a Estados Unidos para reemplazar a los combatientes de la II Guerra Mundial. El pequeño jaboncito rosa ha cambiado de nombre con otra marca inmortal, Rosa Venus, pero su esencia, en el sentido más amplio de la palabra, sigue siendo la misma.
Pero a lo que íbamos. Los hoteles de paso han existido desde que el mundo es mundo, aunque no siempre bajo este nombre, y han seducido no sólo a autores como Juan Marsé, Augusto Monterroso o Álvaro Mutis, sino que han servido como metáfora para expresar el asombro ante la vida o bien utilizados para secuestrar enemigos políticos en la etapa más activa del comunismo mexicano, como le sucedió al eminente intelectual Adolfo Sánchez Vázquez, e incluso para planear espectaculares fugas carcelarias. Forman parte, pues, de la vida nacional. Y no sólo aquí. En la novela Senectud del escritor-banquero Italo Svevo –autor descubierto por James Joyce cuando daba clases de inglés en Trieste– aparece una sórdida casa de la Italia decimonónica donde se alquilan habitaciones por horas. Un lugar donde “una viejita asquerosa con el traje sucio” recibe con amabilidad al egocéntrico joven Emilio Brentani y a su novia Angelina, “rubia de grandes ojos azules, alta, flexible y esbelta, con un rostro iluminado y ambarino”. No puedo evitar contar, lectora, que en el inicio de dicha relación amorosa Emilio advierte a la chica que deben proceder con pies de plomo, lo cual, según escribe Svevo, refleja una convicción del personaje: “Me gustas mucho pero nunca pasarás de ser un juguete en mi vida”.
Nada tiene de extraño, pues, que escritores como Marcial Fernández afirmen que los seres humanos “somos extranjeros en un hotel de paso”, que sitios literarios de la red como palabrasmalditas.net aspiren a convertirse “en un agradable hotel de paso” para los internautas, o que existan portales como hotelesdepaso.com, donde hace apenas un mes comenzó a elaborarse un directorio de estos lugares en toda la República. Estos hoteles son, como decíamos, indispensables en la vida de toda sociedad, incluso en países pequeños como Borneo, un Estado islámico donde están prohibidas las relaciones sexuales pre y extra maritales y donde apenas el 11 de diciembre pasado más de cien policías recorrieron todos los negocios de este tipo para atrapar in fraganti a algunas víctimas del amor y/o el vigor sexual: cuatro parejas que al día siguiente aparecieron, según reportó el escritor mexicano Edgardo Bermejo, semidesnudas y humilladas, en las primeras planas de los diarios.

8:49 p.m.  

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